Virgen del Perpetuo Socorro oración para pedir un favor.
¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro!
Aquí tenéis a vuestros pies a un miserable pecador que a Vos acude y en Vos confía.
Madre de misericordia, tened piedad de mi.
Oigo que todos os llaman Refugio y Esperanza de los pecadores.
Sed el refugio y la esperanza mía.
Socorredme por amor de Jesucristo, tended la mano a un miserable caído que a Vos se encomienda y se consagra por vuestro siervo perpetuo.
Bendigo y doy gracias a Dios que por su misericordia me ha concedido esta confianza en Vos, que yo miro como una prenda de mi salvación.
¡Ah, infeliz de mí!
En el tiempo pasado he caído en la culpa por no haber acudido a Vos, y tengo por cierto que si a Vos me encomiendo me ayudaréis y saldré victorioso.
Pero este es mi temor, que en las ocasiones de pecar deje de llamaros en mi ayuda y así me pierda.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!
Concededme, esta gracia que ardientemente os pido, alcanzadme que en los asaltos del infierno recurra a Vos diciendo:
María, ayudadme!
Virgen del Perpetuo Socorro, no permitáis que pierda a mi Dios.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!
En cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio.
Ya que ese mismo Dios hecho Hijo tuyo, como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia.
Sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido.
En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido.
(Hacer con fe la petición a la santísima virgen para su gran intercesión.)
Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere.
Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!
Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mis tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo:
María, María, Madre Mía.
Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía.
Más no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor, quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo Socorro. Amén.
La mejor manera de pedir que se produzca un milagro es orar y rezar pidiendo lo que necesitamos.
Enseña a tus hijos a rezar a la virgen María y Ella cuidará de tu hijo, con la ayuda del ángel guardián.
Si te gustó la oración compártela en tus grupos preferidos, con tus seres queridos o con cualquier persona que pueda necesitarla.
Enviado por: Gilda Mieres. (Paraguay)