Un rosario bien rezado es una lluvia de rosas sobre el mundo.
En cada Ave María, que un alma amorosa dice con amor y fe, yo dejo caer una gracia.
¿Dónde? En todas partes sobre los justos para hacerlos más justos: sobre los pecadores para convertirlos.
¡Cuántas gracias llueven por el Ave María del Rosario!
Todo lo de mi Hijo les doy y todo lo de mi Hijo les santifica y salva.
Yo desaparezco en su esplendor; cumplo tan sólo con dar.
Solamente Él es la fuente inagotable de todas las gracias.
Mis almas predilectas, escúchenme: haced con espíritu alegre la voluntad del Señor, porque hacer su santísima Voluntad con tristeza, equivale a disminuir el gran mérito de hacerla.
La resignación ya es algo que Dios premia.
Pero la alegría de hacer la Voluntad de Dios, centuplica el mérito y por consiguiente el premio por cumplir esta Divina Voluntad, que siempre, siempre es justa incluso cuando al hombre no le parezca así.
Por lo tanto mis hijos:
¡HACED CON ESPÍRITU ALEGRE LO QUE DIOS QUIERE Y SERÁN AGRADABLES A ÉL Y A MÍ, VUESTRA MADRE!
Sé bendecido y ten paz, salud y amor.
Enviado por: Carlos Fernando Bustillos. (México)