TE ADORAMOS SEÑOR ABRE NUESTROS OJOS PARA VERTE

Te adoramos Señor, abre nuestros ojos para verte, abre nuestros ojos para verte en los que sufren.

Sabemos, Señor Jesús, que tu presencia en la Eucaristía es consecuencia y a la vez prolonga el misterio de tu Encarnación. Por eso los ojos de la fe nos invitan a contemplar en el sacramento de tu cuerpo, tu humanidad transfigurada por la Pascua; creemos que aquí estás vos, Cristo, el hombre resucitado, por eso te adoramos y te bendecimos. Bendita sea tu humanidad resucitada, bendita sea tu presencia viva entre nosotros.

Confesamos, Señor, que por el hecho de creer que te hiciste hombre estamos invitados a sostener que Dios ha tocado y se ha unido a la dimensión humana de la existencia, a fin de llevarla a su plenitud.

Te adoramos, Señor Jesús, porque estás vivo y presente entre nosotros, porque has venido a vivir entre los hombres y mujeres, porque estás impulsando la vida con tu resurrección.

Por eso, te pedimos que tu Espíritu, por la fe, nos permita reconocer tu presencia en la realidad de todos los días. Que podamos verte en los demás, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en todos los ámbitos y situaciones en que nos movemos y vivimos.

Bendito seas, Emmanuel, porque estás vivo y por haber puesto tu morada entre nosotros.

Estás vivo y presente allí donde nuestra corta mirada muchas veces no puede reconocerte.

Allí dónde las apariencias dicen que no estás, vos te encuentras verdaderamente.

Abrí nuestros ojos para verte. A nosotros, que por la fe, podemos atravesar las apariencias de pan para descubrirte en la Eucaristía, danos una nueva mirada que nos permita reconocerte en las periferias de la existencia.

Que tu Espíritu nos de la luz que nos permita reconocerte en el pobre, en el que sufre, en el que está sólo, en el que está lejos, en el excluido.

Bendito seas, pobre nazareno, hijo del carpintero. Que podamos atravesar las apariencias de tu ausencia para descubrir tu presencia.

Jesús, buen samaritano, que bajaste para curar al hombre herido, tirado al borde del camino, danos tus ojos, tu corazón, tus palabras, tus gestos, tus acciones… Irradia desde la Eucaristía tu resplandor sobre nosotros, para que seamos sal y luz en el mundo, fermento de fraternidad y de vida nueva.

Bendito seas, enviado del Padre. Que sintamos tu apremiante llamada a ser tus testigos y nos comprometamos a servirte en los hermanos.

Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar.

Alabad al Señor todos los pueblos y todas las naciones lo celebren.

Pues su Misericordia es eterna. Su verdad permanece para siempre.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu como era en el principio ahora y siempre.

Enviado por: Silvia Besozzi de Belvedere.