BENDITA TU ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE JESÚS

BENDITA TU ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE JESÚSBendita tu eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre Jesús… Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!

Hoy quiero compartir algo muy mío, que me inquieta, me preocupa, me hace pensar de que manera seremos más coherentes con lo que decimos y hacemos. Estamos celebrando nuestras fiestas patronales, les comparto las galas de mi Madre preciosa, lista para sus festejos, la Virgen del Rosario. Hace dos días compartí un vídeo de la Virgen de Fátima, donde miles y miles de personas están venerando a nuestra Madre.

Aquí tenemos dos peregrinaciones al día, la gente se engalana para asistir, siento como si fuera un desfile de modas, viendo quien va mejor. Sí muchos vamos a saludar a María y nuestro corazón se goza en cantos y alabanzas, pero pensé: ¡cuántos venimos con María!, si todos los que estamos aquí viéramos por la humanidad, hiciéramos algo por los pobres, los necesitados, los enfermos, sería un gran paso; pero no todos lo hacen.

María nos llama en sus apariciones al arrepentimiento, a la conversión, al rezo del Rosario. Nos llama a la caridad, nos puso el ejemplo de darnos a los demás visitando a su prima Isabel.

Nos llama a seguir a su Hijo, a hacer lo que Él nos dice. Claro que amamos a nuestra Madre, la veneramos, pero no debemos perdernos solo en eso, hay mucho más por hacer. No debemos perder el centro, Jesús, a quien adoramos, adoramos a Dios, la Eucaristía, al Cristo vivo y Su palabra nos dice: “obras quiero, no sacrificios”.

Nuestra actitud debe ser pues de amor al prójimo, servicio, sacrificio, tal como Jesús nos muestra en su Evangelio. No podemos quedarnos con un momento de alegría y quedarnos sin hacer nada por los demás, sobre todo por nuestra familia. María nos invita a la fe sencilla y pronta de la que creyó en el cumplimiento de las palabras del Señor, a la humildad de la esclava del Señor, al calor humano de quien se pone en camino a la montaña para ayudar a su prima.

A Ella le alegra que le festejemos, como a cualquier mamá, pero le entristece que solo sea eso, un momento que pasa y sigamos igual.

María, bello ejemplo de fe, de humildad, de servicio, de amor; Tu eres, bendita Madre la imagen de lo que debemos ser, lo que todo hombre y mujer debería ser; toda dedicada a su Señor, toda atenta a la obra de Cristo, totalmente empapada de lo que Dios hace.

¡Cuánto nos falta, Madre Santísima para ser una milésima parte como Tu! Cuanto nos falta para hacernos pequeños, callados, humildes para que tu Hijo sea grande y resplandezca.

Cuanto nos falta para dejar nuestro egoísmo y darnos en tiempo, en lo que podamos a los que nos buscan en sus necesidades. Madre de misericordia, enséñanos actuar siempre, día a día, como tú nos muestras; que nuestro corazón sea semejante a tu Inmaculado Corazón lleno totalmente del Espíritu Santo que nos impulse a amar y ayudar; para poder encerrar ahí esos sentimientos que tienes Tú. Para saber ser compasivos e indulgentes con todos, aún con los que hacen mal.

Mira hoy por los que no conocen a tu Hijo, los que van contigo porque se los dicen o les mandan, acercalos a Él. Mira y cuida a los enfermos que les duele no estar contigo en tu fiesta, ve a sus lechos y muéstrales el amor y la misericordia de Dios. Y vela, Mamita hermosa, por tus niños, y los que queremos ser como niños.

Recuérdanos siempre tus palabras que nos animen: “Hijitos míos, si supieran cuanto los amo, llorarían de alegría. ¡BENDITA SEAS, MARÍA, PUERTA DEL CIELO EN QUIEN CONFIAMOS NOS ESPERA AHÍ! ¡BENDITO SEA TÚ INMACULADO CORAZÓN!

Mi Jesús: hoy que he visto las fallas en que caemos aunque te amemos, que he visto que muchos te aman a través de tu Santa Madre María, pero solo por un rato, quiero pedirte, amado Señor por los que están más alejados de Ti.

Quiero llegar a lo más profundo y bello de tu Sagrado Corazón, ver que sea como un inmenso mar de misericordia para todos, para pedirte por tantos que te necesitan.

Para que sumerjas ahí a los que viven en grandes tinieblas, los que nunca han visto tu Luz, ayúdanos a ser lámparas de luz, sumerge a los de corazón duro, enfermos que no piensan para quitar vidas, paz a las familias. Sumerge, amado Cristo vivo a nuestras familias, nuestros hijos, nuestros deseos y esperanzas en vivir mejor.

Sumerge al papa Francisco, con todos tus sacerdotes, sabes que son los más tentados, atacados, criticados, dales la fuerza de tu Espíritu Santo, que nada los haga caer ni ir hacia atrás.

¡BENDITO, ALABADO, GLORIFICADO Y ADORADO SEAS POR SIEMPRE, MI JESÚS, POR TODOS LOS HOMBRES DE LA TIERRA!

¡¡¡DIOS LOS BENDIGA!!!

Enviado por: Grupo La palabra de Dios en tu vida.